“Lo que hacía Miguel aún más diferente de los demás caricaturistas de su época era su manera de destacar lo positivo. ”
Miguel Covarrubias (1904-1957) ha sido uno de los artistas más polifacéticos y prolíficos que han emergido de México. Fue caricaturista, ilustrador, escenógrafo, pintor, cartógrafo, antropólogo, museógrafo, sólo por mencionar algunos de sus talentos. Adriana Williams realizó una exhaustiva investigación sobre la vida y obra de este personaje que fue publicada como Covarrubias (FCE, 1999).
Nacido en una familia privilegiada, Covarrubias se caracterizó desde muy joven por presentar un espíritu rebelde.
Las primeras caricaturas publicadas de Miguel aparecieron en octubre de 1920 en Policromías, revista estudiantil de la Universidad Nacional de México, que le cedió la portada, un boceto a plumilla de una elegante pareja hecho al estilo de encaje de Aubrey Beardsley. En diciembre de ese año la revista semanal Zig Zag (dedicada al teatro, libros, poesía, arte y crónicas de toros) presentaba un retrato del pintor Roberto Montenegro hecho por Miguel. En su siguiente número salió una serie de caricaturas de Miguel sobre visitantes de galerías que habían asistido a la inauguración de una exposición de Montenegro. Entre los retratos había gente de relieve social como la marquesa Cassatti y el marqués de San Francisco, el guitarrista Andrés Segovia y el pintor Gabriel Fernández Ledesma. Dos años después El Heraldo publicó una interpretación satírica de Miguel sobre algunos de los políticos reaccionarios de México.
Sin embargo, sólo después de salir varios números de La Falange un grupo de dibujos de Miguel, se vio que este había encontrado su propio estilo, ocurrente pero nunca cruel. Los más notables de esos retratos fueron los de Diego Rivera y Manuel Rodríguez Lozano en los números de enero y julio de 1923. A partir de entonces aparecieron en otros muchos periódicos y revistas de México caricaturas de Miguel, que retrataban, por citar sólo a algunos, al poeta Tablada, a la cómica Nelly Fernández y a Roberto Montenegro. Conforme adquirió fama, sus dibujos fueron acaparados por agencias que los publicaban en todo México, en Cuba y en América del Sur.
Según el director y autor teatral Carlos Solórzano, “Covarrubias poseía desde niño una gran capacidad de dibujante y un gran sentido de la ironía y del buen humor”. Pero Miguel no era “caricaturista espontáneo como Ernesto García Cabral y casi todos los demás”, según afirman Justino Fernández y Adolfo Fernández Bustamante, otro dramaturgo y director. “Miguel estudiaba a sus personajes. Primero trazaba el boceto y después lo pulía, lo refinaba y lo estilizaba."
Esta última declaración fue hecha por Solórzano.
La caricatura debe ser creada con humor más allá del mero afán de ridiculizar. Ésta es un tipo de homenaje para reírnos de nosotros mismos y con nosotros mismos.
Lo que hacía Miguel aún más diferente de los demás caricaturistas de su época era su manera de destacar lo positivo.
Entre los amigos de Covarrubias se encontraba Adolfo “Fito” Best Maugard quien recordaba lo siguiente:
“El venía a verme a mi estudio cuando tenía apenas 16 años [a la sazón Best tendría 29], se interesaba ya en la pintura y era un muchacho muy alborotado; nos hicimos buenos amigos”.
Williams señala los gustos de Miguel:
A Miguel le encantaban los corridos; la música de guitarra, en especial la jarana, con su singular sonido al vidrio raspado; las zarzuelas; funciones de variedades autóctonas con costumbres y atuendos regionales; danzas tradicionales de México y comedia mexicana.
Covarrubias y sus amigos demostraron genuino interés por impulsar un renacimiento artístico en México durante el régimen de Álvaro Obregón. Covarrubias se unió a una brigada de pintores que eran voluntarios en el nuevo sistema educativo.
Miguel dijo a un reportero, que aprendía de los mismos niños a los que enseñaba, porque dibujaban sin prejuicios. “No tratan de copiar la naturaleza: crean desde su propio interior.”
Esta posición era compartida por su contemporáneo Gerardo Murillo (Dr. Atl), quien afirmaba que, a diferencia de los niños del resto del mundo, los niños mexicanos de su época dibujaban y pintaban con gran intuición de volumen y color, y sus producciones se encontraban en el plano de verdaderas obras de arte.
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